Cuando Ulises regresó a Ítaca, después de 20 años de ausencia, su perro Argos lo reconoció! Ulises venía disfrazado de mendigo y al acercarse a la casa vió a un perro tirado en el estiércol de las vacas, que ya no podía ni pararse, pero movió fuertemente su cola expresando la alegría del encuentro. Ulises lo abrazó y en ese abrazo se fundió Argos para siempre. Había sido su perro preferido, compañero de andanzas y cacería... y ahora.... lo había esperado fielmente hasta morir tranquilo en sus brazos.
Odiseo y Euriclea de Heyne
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