martes, 2 de noviembre de 2010

EL PERRO Y EL NIÑO - Cuento Arabe

Había una vez un hombre que estaba empleado en el servicio del rey y poseía un perro, al que desde cachorro lo había enseñado a hacer cuanto él quería y a comprender cuanto le dijera, tan bien como pudiese una persona. No hay que decir el cariño que sentía por él, el amo. Cierto día, la esposa de aquel hombre tuvo que ir a visitar a unos parientes suyos y dejó al cuidado de su padre un niño de tierna edad que el matrimonio tenía, recomendándole la mayor vigilancia. Pero quiso la mala suerte que cuando el hombre se hallaba ya sentado junto a la cuna, cumpliendo el encargo, llamaran a la puerta de la casa, y al ir a abrirla él se encontrara con un mensajero del rey que le llevaba la orden de fuera inmediatamente a palacio, porque el monarca quería hablar con él. Ante aquél apuro, ocurriósele al padre llamar a su fiel perro y mandarle que se sentara junto al niño, vigilándolo y cuidando de que nadie entrara en la casa hasta que él estuviera de vuelta. Dicho esto, vistiose la armadura, se ciñó la espada y fue a ver qué era lo que el rey tenía que decirle con tanta urgencia.
Mientras el perro cumplía su misión junto al niño profundamente dormido, advirtió, de pronto, que una gran serpiente avanzaba con cautela hacia la cuna para devorar al niño.  Saltó el perro en el acto sobre la culebra, entabló con ella una furiosa lucha, y, al fin, sus rabiosas dentelladas lograron matarla; pero el triunfador quedó con las fauces ensangrentadas.
En esto llega el servidor del rey, cumplida ya la orden que se le había dado, y el fiel can sale hasta la puerta para recibirlo, gozosísismo por la proeza que acaba de realizar; más el amo ve en su boca sangre, imagina que es la de su hijo que el animal acaba de devorar, y horrorizado y furioso desenvaina la espada y lo deja muerto a sus pies. Penetra desolado en la habitación, y se halla con que su niño seguía tranquilamente dormido y junto a él estaba la destrozada serpiente. Entonces comprendió por qué estaba manchado de sangre el fiel perro, y nunca más se perdonó el haber obrado con tanta precipitación.

De "La leyenda y el cuento populares" - Ramón D. Perés - Editorial Ramón Sopena, S.A. Barcelona. 1.981
Si el padre no hubiese matado al perro, seguro que este querría al niño como Alma me quiere a mi

DRAGONCITO BLANCO

Seguirás corriendo incansable
detrás de alguna fulgurante estrella?
No te canses mi niño:
yo también voy por ella!




Falcor con su pelotica de erizo